Desiderátum

 

Aun a riesgo de provocar en algunas personas los sentimientos de horror y consternación que Paolo Ucello ha pintado tan maravillosamente en la Profanación de la Hostia, es necesario que manifestemos, porque la cuestión se plantea cada vez más y más, nuestro desacuerdo con las numerosas personalidades que, en la actualidad, piden a los científicos en general y a los matemáticos en particular que formen los miles de técnicos que necesitamos, según parece, para sobrevivir.

Tal y como están las cosas, nos parece que en las "grandes" naciones superdesarrolladas científica y técnicamente en que vivimos, el primer deber de los matemáticos, y de muchas otras personas, sería proporcionar cosas que no les piden: hombres capaces de reflexionar por sí mismos, de despreciar los argumentos falsos y las frases ambiguas, y a los ojos de los cuales la difusión de la verdad importe muchísimo más que, por ejemplo, la Televisión planetaria en colores y en relieve: Hombres libres, y no tecnócratas-robot. Es tristemente evidente que la mejor manera de formar a estos hombres que nos faltan no es enseñarles ciencias matemáticas y físicas, que son ramas del saber en que lo normal es aparentar que se ignora hasta la existencia misma de los problemas humanos, y a las que nuestras altamente civilizadas sociedades conceden, lo que debería resultar paradójico, el primer lugar. Pero incluso al enseñar Matemáticas se puede, por lo menos, tratar de dar a las personas el gusto de la libertad y de la crítica, y habituarlas a verse tratadas como seres humanos dotados de la facultad de comprender.
 

Roger Godement. Álgebra (1967)